dimarts, 4 de setembre del 2012

LA CARTA QUE NO TE ESCRIBÍ


Hola
me gustaría haber escrito, aunque sólo fuera con un "hola", esa carta que no te escribí hace muchos años atrás. Pero, quizá, aún no era la hora de ese "hola". No lo sé. En ese momento no fui capaz.

Sabes? Siempre que vuelvo de Galiza, cuando llego a casa, me sorprenden aprendizajes que de niño dejé atrás. Supongo que cuando no estoy preparado para aprender algo, ese algo, me queda escondido en algún lugar de mi cuerpo, apunto para que lo encuentre cuando sea capaz. Y hace muchos muchos años, me quedó tu carta... y el aprendizaje que le he querido dar.

Recuerdo la primera vez que estuve en Xuño. Hace muchos años atrás, no sé cuantos, pero sí sé que era un niño (por edad quizá un adolescente... ¿13 años?... pero, por qué nos vamos a engañar, niño de mentalidad). Entré en la librería de tus padres, donde ahora hay una tienda de flores. Que bonito, deberían llamarla: "latiendadeloslibrosqueseconvirtieronenflores". Bueno, a lo que íbamos. En ese momento de hace muchos muchos años, me crucé contigo en la entrada de la tienda donde las flores eran niñas y los libros aún eran libros. Y, en ese "momentodemuchosañosatrás" me asaltó ese empujón de energía. Sí, ese... ese tren que sale de la estación ombligo con destinación corazón... o esa ola que surfean mil bolboretas juguetonas con ganas de cosquillear. Bueno, ese empujón de energía  que se produce cuando miras a los ojos a alguien especial (todo eso, entonces, no lo sabía). Así que, desorientado, con cierto hormigueo en el ombligo, cogí el diario (creo que era el Marca) y se lo pagué (aún eran pesetas) a tu hermana intentando mostrar seguridad. Creo que dije: "buenosdías" (me hubiera gustado decirlo en Galego, "bosdías", pero en ese momento la vergüenza desequilibró al coraje en la balanza del valor) y marché. Así lo recuerdo a nivel mental.

A nivel emocional recuerdo vergüenza. Siempre me pasaba de pequeño cuando me cruzaba con una niña que me gustaba. Y eso me pasó contigo. Vi a una niña que me miraba brillando... y me asusté. Y disimulé como un campeón delante de mi prima María y de mi hermana Laia (lo de actuar quizá empezó entonces... disimulando cada vez que una niña me hacía latir súper rápido el corazón). Y luego, al cabo de un tiempo también de muchos años atrás, recibí una carta tuya. Preciosa. Y... disimulé. No tuve coraje para escribir las cosas bonitas que yo también vi en ti.

Con los años me di cuenta que, lo de disimular, lo hacía por miedo. Miedo a sentir emociones desconocidas. No creas, a veces aún me pasa. Pero no me culpo, creo que este camino llamado vida tiene tantos aprendizajes como pasos necesitas dar para avanzar. Y cada persona tiene los aprendizajes distribuidos en los pasos que los puedan gestionar.

En ese entonces, esa niña que se llamaba Silvia tenía aprendizajes que yo desconocía. Esa niña tenía, aparte de belleza, mucha fuerza, vitalidad... Coraje! Y me dio un gran aprendizaje: no tener miedo a las emociones y, mucho menos, a transmitir con valentía las cosas bonitas que vemos en los demás.

Con el tiempo aprendí que no me define como me ve la gente, sino que lo que me define es como yo veo a los demás. Porque lo que yo veo en los demás forma parte de mí. Gracias Silvia. Te las debo. Me lanzaste el aprendizaje hace mucho tiempo. Entonces lo hice lo mejor que pude (disimulando), lo he interiorizado cuando he sido capaz.

"Había una vez un niño y una niña que se encontraron los ojos y sintieron maravillas. Ella se las contó a él... y él se murió de vergüenza. Pasaron casi 20 años. El niño de entonces, ahora, ya no era el mismo: era mejor. Había aprendido que las personas son espejos y que en cada una de ellas podía observar partes de su propia personalidad. Así, viendo a las personas como espejos, la vida le permitía evolucionar. Y en esas, un hombre y una mujer, mejores, se encontraban los ojos de nuevo y sentían la magia de los niños de entonces. Él se lo contó a ella... ella suspiró y dijo: joder, tardou en responder pero mereceu a pena a espera!"

Un abrazo.

Bernat

.para Silvia.